Vivir la Semana Santa
Miguel Ángel Solas León
Párroco de La Inmaculada
La celebración de la Semana Santa, marca para nosotros, los cristianos, un acontecimiento tan importante que es el centro de nuestra fe: la Resurrección de Cristo Jesús para nuestra salvación. Por eso, aunque este año sea de un modo diferente, no podemos dejar de aprovechar las circunstancias para vivir este momento.
De forma especial para nosotros que contamos con la suerte de tener como Patrona y protectora a Santa María Magdalena, mujer fuerte y fiel en la pasión y en la gloria. Con ella de la mano podemos recorrer todos los misterios de Cristo en este momento.
El Domingo de Ramos, pórtico glorioso de la semana de Pasión podemos identificarnos con los sentimientos de alegría y esperanza que debió inundar a nuestra patrona al ver a todo el mundo aclamar a Cristo como Rey. El año pasado era emocionante ver como muchas familias de nuestro pueblo, a pesar del confinamiento, decoraban sus puertas y balcones con ramos de olivo y de palmas, como una alfombra gloriosa hacia Cristo que pasa por nuestras calles y por nuestros hogares bendiciendo nuestra cotidianidad.
El Jueves Santo se nos invita a unirnos a Cristo, que por amor a sus discípulos quiso quedarse con nosotros en el sacramento de la eucaristía.
Cuantas veces nuestra santa patrona habrá vivido con sencillez y profundidad la “fracción del pan” junto con la comunidad cristiana. Es aquí en la eucaristía donde la Caridad de Cristo se nos da y nos obliga a vivirla también a nosotros hacia con los hermanos que nos rodean; Caridad y eucaristía siempre unidas y siempre retroalimentándose mutuamente.
Y llegamos así al momento culminante de la Cruz, es en la realidad de la injusticia donde se nos ha dado la justicia; en la realidad de dolor donde se nos da la felicidad; en la realidad del fracaso donde se nos da la Victoria. La Cruz de Cristo, es necedad y escándalo como dice san Pablo para los que no tiene fe, pero para nosotros en el Don completo de Dios a la humanidad, la entrega de Dios para nuestra salvación. Fácilmente imaginamos a la de Magdala al pie de la Cruz, sufriendo la muerte del Maestro y acompañando en el dolor a la madre María y al discípulo Juan.
En este año hemos tenido que sufrir mucho con la pandemia y acompañando a tantas familias que la muerte de sus seres queridos ha dejado desolados. La imagen de impotencia de tantas familias que veían llevarse en una ambulancia a sus familiares, no poder acompañarlos y que sufrían sin saber cómo podían estar, hasta que una simple llamada anunciaba la muerte de ese familiar al que no podrían ni despedir por culpa del Covid. Cuánto dolor y cuánta Cruz.
Dolor y Cruz que estamos llamados a vivir con la esperanza nueva y la alegría que supone el saber que la Resurrección de Cristo nos abre a la vida eterna con Cristo. Por eso el Domingo de Resurrección, junto con nuestra Santa María Magdalena, podemos ver el nuevo sol que es Cristo, que vive y nos salva de la muerte y que nos promete estar siempre con nosotros. Este es nuestra fe y es lo que hace que pueda decir con alegría: CRISTO VIVE y esta presente hoy en ti, en mí y en todos.