La esperanza del reencuentro
Alonso Medina Millán
Pregonero de la Semana Santa
Salí a la calle con la esperanza de encontrarte. Busqué en tu interior, Mengíbar, con el anhelo de volver a verlo. Recordé tu color, tu aroma, el oro de tu sol y la plata de tu luna. Soñé con el canto de los pájaros, mientras la nube del incienso me dejaba entrever tus pasos.
Pasé por el Sol de tu plaza donde lo contemplaba imponente, a lomos de su borriquillo, rodeado de niños con palmas y olivos. Rey de Reyes y maestro divino. En tus olivares lo busqué, soñaba encontrarlo enlazando sus manos y Orando al padre, redimiéndonos del pecado.
Por el Arco, con sus manos atadas a la columna, esperaba verlo pasar mientras las alabardas apuntaban a las estrellas. En la calle Alta, Jesús es Despojado ante la atenta mirada, de aquel que nos marca el camino, el discípulo amado.
En tu gran puerta soy testigo de cómo Simón de Cirene te ayuda a cargar tu pesada cruz mientras una bella Mujer, limpia el rostro del aquel que llaman el Nazareno. Y todo parece perdido… Pero siempre nos queda la Esperanza.
Por los Montoros, intuyo el sonido de las cornetas, el chasquido de las cajas y el redoble de un tambor por bandera. Sonidos hechos oraciones para aquel que el madero su vida entregó. En la Calle Real, desde un balcón, se escapa una saeta que llora la pena de no volver a ver a la Amargura en primavera.
Por la calle Álamos creí ver un sudario al viento, entrelazado en los brazos de un madero puro y santo. En la calle de la Pompa, esperaba encontrarme con aquel imponente y humilde catafalco rodeado por cuatro hachones. Un catafalco en donde creíamos que todo se había consumado.
En el Callejón de las Ánimas, mi cabeza recordaba el llanto de los clarinetes y las flautas, el sollozo de una majestuosa mengibareña sola y rota de dolor, llorando la pena de su pueblo. Madre y Señora Nuestra, Emperatriz del llanto y la Soledad.
A pesar de todo, sigo soñando con que llegue ese domingo donde los cohetes rompen el silencio y anuncian la alegría de un Niño con sus Uvas por el Pilarejo, el Señor Resucitado por el lateral de la Casa Palacio, mi Patrona llorando de alegría por ver de nuevo al Mesías y la Reina de la Serranía se encuentra con su hijo y al fin se cumple la profecía.
Salí a la calle con la esperanza de encontrarte, y sé que te volveré a encontrar, y aquí me tendrás con la misma ilusión y alegría que un niño una mañana de Domingo de Ramos recibiendo a Dios a lomos de su borriquillo.
Pues siempre será ella la que nos queda, nunca pierdas la esperanza mengibareño. Y a ti, Semana Santa, solo te pido no tardes mucho en regresar, pues en tu pasión llevas mi vida. Vuelve y sueña una nueva primavera, Mengíbar. Sueña con la esperanza de un nuevo reencuentro.